Para este nuevo año 2017, expreso el deseo de que podamos ver grandes cambios positivos para los animales de nuestro planeta. Todavía queda mucho por hacer en numerosos campos y en todos los países. Afortunadamente cada vez más asociaciones y personas extraordinarias dedican su vida a la causa animal: salvar a los animales, educar a sus guardianes y denunciar el maltrato. Hay una gran mejoría, pero todavía estamos muy lejos de nuestro objetivo.

Lo peor de todo es la ignorancia. Aunque sea terriblemente difícil, no podemos cerrar los ojos ante lo que les sucede a los animales, ya que en ese caso no podríamos obrar para el cambio.

El hecho de reconocer que todos los animales tienen una conciencia es el punto fundamental del «Derecho de los Animales».

 

El animal tiene conciencia de sí mismo

Cada animal tiene una conciencia de sí mismo, de su cuerpo físico, de sus emociones, de lo que piensa, de su entorno.

Cuanto más cerca se encuentre un animal de un ser humano, bien sea un gato, un perro o un caballo, la comunicación será más sencilla debido a las similitudes de las experiencias con los animales de compañía. Por ello tenemos tendencia a pensar que tienen más conciencia que los otros. Es sencillamente porque tenemos la impresión de comprenderles mejor.

Estos animales de compañía reflejan elementos humanos: por ejemplo, un caballo que vive conmigo, renvía sensaciones humanas que un caballo salvaje no transmite. Lo mismo sucede con un perro o con un gato de compañía.

Un animal de criadero tiene exactamente la misma panoplia de emociones que un perro, un gato o un caballo. También tiene el mismo tipo de conciencia. No hay diferencia. Somos nosotros los que no nos damos cuenta. Somos nosotros los que tenemos que ir hacia ellos para comprender su lengua y de ahí comprender su alma.

Nuestro papel en este planeta es reconocer la diversidad de los animales que cohabitan con nosotros, de comprender su alma, de respetar su inteligencia particular, así como sus necesidades y obrar por su bienestar.

Éste es el regalo que el Divino nos ha ofrecido y nosotros lo hemos rechazado.

Un animal que se encuentre en condiciones extremas de sufrimiento y de supervivencia quizá nos parezca diferente, solo un «simple animal» sin pensamiento, sin emociones, sin inteligencia, etc. Pero nos equivocamos porque todos los seres sintientes sin excepción tienen pensamientos, emociones, sienten el dolor y tienen una conciencia.

Si transformamos la condición de este animal que se encuentra en condiciones de sufrimiento y de supervivencia, si le damos lo que necesita, si respetamos su «ser», si le consideramos como un ser consciente y sintiente, ¡todo cambia! En numerosas ocasiones he podido ver esto con animales de criadero recuperados y llevados a refugios. Un cerdo, un ternero, una gallina, una cabra, una oveja… se vuelven afectuosos, juguetones, inteligentes, excepcionales… exactamente igual que nuestro perrito o nuestro gatito.

Así eran antes, sólo que era imposible para ellos expresar su «ser».

 

¿Qué diferencia hay entre un animal salvaje y un animal domesticado?

Un animal salvaje también tiene esta misma conciencia. Sin embargo, éste está más focalizado en su propia supervivencia, de modo que vive el presente sobre el plano físico de manera muy intensa. He podido observar esto comunicando con los linces donde los olores y las visiones son muy intensos y muy exacerbados en ellos. Si estos sentidos están desarrollados de ese modo es debido a la exigencia de la supervivencia, así como a sus interrelaciones con el grupo.

De modo que todos los animales tienen una conciencia, aunque no todos sean cercanos a nosotros del mismo modo, esto, fuera del hecho de que les apreciemos o de que les conozcamos.

Para ayudar a los animales de nuestro planeta, como humanos nuestro rol es ir hacia la comprensión del alma de cada animal, descubrir quiénes son, cómo funcionan sus emociones y sus pensamientos, ver el mundo a través de ellos, descubrir la esencia de sus conciencias.

Este descubrimiento se hace en silencio, poniendo de lado nuestras costumbres y nuestras creencias, nuestros a priori, nuestras palabras y nuestros pensamientos.

«El lenguaje mudo de corazón a corazón vale todas las lenguas. Toda conversación debe sólo terminar en el silencio»
Ramana Maharsh