Ante el sufrimiento del animal, muchos de vosotros, guardianes, compañeros, tomáis una decisión a menudo rápida sobre la eutanasia. Las palabras que más suelo escuchar por parte de los guardianes son “No soporto verle sufrir. De todos modos, está acabado, ya es muy tarde, tenemos que parar todo esto. Está tumbado así que ya está. No debe sufrir…”

Pese a todo ello, deseo transmitiros ciertas nociones. Esas nociones forman parte de mi filosofía y en ningún caso representan la verdad absoluta. Os invito a sentir en vuestros corazones lo que consideréis como verdad.

Nosotros los humanos también sufrimos. A menudo este sufrimiento es un pasaje hacia nuestra sanación. Por ejemplo, si estamos con gripe y con cuarenta de fiebre en cama ya que no nos sentimos lo suficientemente fuertes como para levantarnos o comer, no significa que estemos “condenados”. Si cojeamos de una pierna y ya no podemos desplazarnos, no significa que nos deben practicar la eutanasia o enviarnos al matadero. Aun estando infectados por una bacteria o incluso cuando estamos con diarrea y sin comer, no tenemos ningún deseo de morir. En otros casos, incluso de cáncer, un animal puede vivir muchos años y disfrutar de sus días con una buena calidad de vida. Por supuesto su salud no será perfecta, pero eso no significa que no desee vivir. Del mismo modo, si un humano pierde la vista y se queda ciego no le van a practicar la eutanasia sólo porque ya no puede ver y disfrutar. Si practicásemos la eutanasia a todos los humanos enfermos, habría muy pocos sobre la faz de la Tierra.

No cuestiono ni pongo en duda el amor y la devoción que todos vosotros, guardianes, tenéis por vuestros animales, sino que apelo a vuestra razón y deseo sinceramente que toméis conciencia de esta noción de vida, que no es diferente a la nuestra. Por esta razón, deseo enseñaros igualmente una percepción diferente de lo que llamáis “sufrimiento” en un animal y en un humano.

La sanación lleva tiempo, a menos que tengamos un milagro rápido. Una vez decidido que vais a intentar la ayuda a los animales enfermos, tenéis que estar siempre acorde con vuestra decisión. Durante el tiempo del tratamiento hay que ser pacientes y mantenerse positivos por vuestro animal y, por supuesto, no pensar constantemente que está “condenado” y que hay que practicarle la eutanasia. Hay que darle una oportunidad. Lo merece por quién es y por todo lo que os ha dado. Amar y respetar a vuestro animal también es respetar su elección, poder ir más allá de vuestro miedo a verle sufrir y vuestro miedo a la muerte. Los animales no tienen la misma relación con la muerte que nosotros y, sin embargo, como nosotros, quieren vivir y experimentar sus vidas.

Cuando vosotros, o vuestro hijo o un miembro de vuestra familia, estáis en cama por un periodo de tiempo determinado y por razones diversas como la enfermedad, heridas físicas, fiebres… tenéis que ser conscientes de que si no os levantáis al tercer día como el médico ha previsto, porque os sentís todavía débiles, nadie va a venir a practicaros la eutanasia. Sólo es un pasaje obligatorio hacia vuestra sanación. Solo son las ganas o la necesidad de quedaros un poco más en cama para descansar y curaros.

¿Por qué vuestros animales no tendrían el mismo derecho que vosotros?

¿Por qué vuestros animales no tendrían el derecho a curarse?

Quiénes somos nosotros para decidir sus muertes cuando nos parezca y bajo el pretexto de que les “vemos sufrir”

Cuando un niño sufre de cualquier enfermedad ¿pensamos en la eutanasia?

Por supuesto hay que seguir todos los tratamientos veterinarios prescritos y siempre verificar todo con vuestro veterinario. Está claro que si por ejemplo, un animal sufre de una gran insuficiencia respiratoria o si está en un grado cuatro de cáncer y que en ese caso ya no hay realmente posibilidades de ayudarle, es preferible practicarle la eutanasia. Ésta sería una eutanasia de compasión.  Pero si vuestro animal os muestra que quiere vivir, si come, se desplaza y comunica con vosotros, yo creo que tiene derecho a una posibilidad de sanarse y de vivir.

Por ejemplo, pienso a una gata que se llamaba Pretty y que tenía una gran insuficiencia respiratoria. Iban a practicarle la eutanasia, pero se veía que Pretty luchaba y que quería vivir. Tras mi trabajo de ayuda con ella, retomó la salud y aquello fue prácticamente un milagro. El veterinario no comprendía cómo aquello era posible. Pretty pudo vivir un mes y algunas semanas más con energía y con una muy buena calidad de vida. Estaba feliz y contenta. Posteriormente se degradó muy rápido y en ese momento estaba claro que estaba preparada para irse. Todos los miembros de la familia y sobre todo los niños estaban también preparados. Llamaron al veterinario y Pretty se deslizó dulcemente en el último sueño, hacia el otro mundo, en paz.

Un mes, dos, tres meses de más son en ocasiones mucho.

La última decisión de vida o de muerte sería entre el creador y el espíritu de vuestro animal. Sin embargo, en tanto que humanos, tomamos la decisión por ellos y, a menudo, esta decisión está alterada por nuestras creencias, nuestros miedos o nuestras emociones. Hay que intentar ser completamente justos por respeto a ellos y por lo que son.

Lo que deseo transmitiros según mi filosofía es que vuestro animal percibe vuestros pensamientos y responde en consecuencia. Si pensáis que está condenado, se dejará llevar y dejará de luchar. Para ayudarle necesitamos que tenga ganas de vivir. Mi role de cara a vuestro animal es de hacer todo lo que pueda para ayudarle. No puedo tomar las decisiones por vosotros. Sin embargo, dadnos el tiempo de ayudarle y ayudadle de vuestro lado con pensamientos bellos y positivos de salud.

Del mismo modo pienso en Billy, un caballo de cuarenta años. Un día, en el mes de mayo, se cayó y se quedó en el suelo. Estaba tumbado y no se levantaba ya que tenía problemas en su anterior izquierdo. Su guardián, que estaba extremamente unido a él declaró: «Está acabado. No pasará la noche” porque no se levantaba y porque tenía cuarenta años. Iba a llamar al veterinario para ahorrarle el sufrimiento. Tras haber visto a Billy, le pedí a su guardián que lo aplazara a un solo día. Al día siguiente Billy estaba en pie. Dos meses más tarde regresé al centro ecuestre. Billy estaba en plena forma, trotando al lado del joven al que le habían asignado.

Billy vivió un año más en perfecta salud.

La vida es bella cuando se quiere vivir…

Aquí os dejo un testimonio de un caso que trabajé hace unos años.

La inteligencia animal y el derecho a vivir

Tras un terrible accidente de coche, el gato Livingstone tuvo una fractura de cráneo y de mandíbula, así como una pérdida de visibilidad. A Livingstone le debían practicar la eutanasia, pero su guardiana Michèle decidió darle una oportunidad a través de los servicios médicos y las sanaciones de Laila.

El siguiente texto de Michèle nos muestra cómo los animales pueden adaptarse a pesar de una deficiencia física si tienen ganas de vivir

Livingstone hace prueba de una inteligencia sorprendente en sus estrategias de adaptación: por ejemplo, el otro día desplacé nuestra cama, de costumbre en la planta baja, al raso de una vidriera a causa de la lluvia (hace tanto calor que dormíamos fuera en la terraza desde hacía una semana). Al despertarse, Livingstone estaba completamente perdido. Entonces hizo algo remarcable: Intentó encontrar la alfombra del salón, que es un objeto bastante central y «estratégico» y a partir de ahí, ¡lo midió todo y rehízo su cartografía!

Anduvo al borde de la alfombra haciendo pasos muy regulares (¡levantaba las patas como un caballo haciendo un desfile!) y estoy segura de que los contaba!

Siguió el largo y el ancho. A la mitad de la tercera esquina verificó que de nuevo era el largo y lo que había al lado de la alfombra. Y después reflexionó y trazó una línea recta de través para ver si la vidriera, que sirve de pasaje, estaba ahí donde esperaba. Como quedaba justo volvió a la alfombra e hizo otra línea recta para ver si la mesa estaba todavía situada como de costumbre. Ahí se dio cuenta de que lo que le había perturbado estaba al lado de la mesa.  Palpó un poco el material de nuestra cama y rápidamente mostró que había “pillado el problema” relajándose de golpe (¡Ah! ¡Sencillamente esto no estaba donde suele estar normalmente!”) Entonces volvió cerca de la alfombra para reorientarse y ¡corrió directo a la cocina!

A continuación, y, sin dudarlo, fue a la escalera e hizo el resto con confianza

¿Quién osa decir todavía que los animales tienen una inteligencia limitada…y no una inteligencia “racional”?

¡Lo que hizo ante mis ojos es digno de un verdadero geómetra! ¡Y francamente ni siquiera estoy segura de que todos los seres humanos puedan ser capaces de hacer lo que él hizo! ¡Ya que además, matemáticamente, era ideal! 

Gracias a todas sus estrategias muy astutas, Livingstone ha adquirido, cada vez más seguridad en su entorno y ha recobrado la alegría. Ronronea de nuevo y se relaja sin problemas. No pasa un solo día sin que invente una nueva manera de comunicar, de desplazarse… ¡qué creatividad!

Sin duda alguna para él es una vida diferente que comienza ahora, pero aun así una vida de verdad, de una gran riqueza, abierta al mundo, con mucha complicidad con los humanos y otros animales, ¡con mucha alegría y con mucho amor!

2012 ~ Michèle