«Yo soy tú, tú eres yo. No hay ninguna diferencia entre tú y yo. Lo que te constituye, me constituye.”
Shirdi Sai Baba

Los animales tienen pensamientos, emociones y una consciencia. Tal y como hemos evocado en numerosas ocasiones, sienten de igual modo lo que les sucede a otros animales que están a su alrededor, incluso si no son de la misma especie. También experimentan las emociones de los humanos que están asimismo a su alrededor y, a menudo, adaptan su comportamiento de manera consecuente.

Considero que esto es muy interesante para nuestra propia comprensión y nuestra evolución espiritual: los animales, a pesar de ser individuos con sus propias emociones relacionadas con su propia personalidad, sienten del mismo modo los sentimientos de los otros seres sintientes como si fueran los suyos propios. Su sensibilidad se extiende más allá del círculo de su propio ser; son capaces de conocer profundamente en su interior los sentimientos del “otro”.

No hay diferencia entre el otro y yo.
Lo más fascinante es que el espacio tridimensional tampoco cuenta. Los animales pueden discernir los sentimientos de sus amigos o de sus semejantes, aunque no estén presentes. Perciben toda la gama de emociones; de las más profundas a las más banales: pena, tristeza, desasosiego, miedo, ira, alegría, placer, entusiasmo, excitación, amor, etc.

Para ilustrar este propósito, he aquí algunos ejemplos de una querida amiga, profesional del caballo. Le pedí que me contara anécdotas de su vida cotidiana.

Laila del Monte


Cada hombre conocedor de caballos tiene su historia: “Me acuerdo de ese domingo por la mañana; estaba cansado, enfadado, con retraso…y mi caballo que por lo general sube solo en el camión, ¡tardó 35 minutos en subir! ¡Sí, los caballos sienten nuestras emociones y nos los hacen comprender!”

Sucede lo mismo entre los équidos…
Debido a que prestan mucha atención a los otros y a que están dotados de una gran sensibilidad, es fácil imaginar hasta qué punto esta facultad puede manifestarse en ellos. Aquí también los ejemplos son numerosos:

Cuando un caballo en el prado comienza a acostarse para hacer una siesta, enseguida, otros congéneres le imitan siguiendo su movimiento. Más significativo todavía es que esto puede incluso suceder en los boxes, en una cuadra con caballos que ni siquiera se ven entre ellos.
Otro ejemplo, cuando un caballo se pone a relinchar de pánico (separación, latigazos….), sus congéneres comienzan a relinchar también, aunque no vean lo que esté sucediendo, aunque no vean a su amigo…Tienen esta capacidad de sentir entre ellos las emociones liberadas.

El ejemplo más elocuente es el de la comida. ¡Fácil! Cuando el primer caballo de la cuadra detecta la carretilla con el heno, se encadena a continuación una excitación general (relinchan, cocean y golpean las puertas…). Poco importa que la carretilla se vea o no, o que incluso los caballos se vean entre sí. E incluso si el caballo es nuevo en la cuadra y todavía no está acostumbrado ni a la hora de la comida ni al ruido de la carretilla, el estado emocional de sus congéneres le indica que algo agradable y excitante está pasando o va a pasar.

De este modo, la empatía que el caballo tiene es una facultad que no hay que ignorar.

“Si nuestro amigo el caballo es el espejo emocional del comportamiento de sus congéneres y del hombre, ¿acaso el hombre es capaz de trabajar con el caballo sintiendo las emociones y los estados psíquicos de éste?»
Cécile de Vregille,
Al servicio de los caballos