Gracias a la comunicación animal, entramos en la lengua primaria del animal. Intentamos eliminar, todo cuanto nos sea posible, la interpretación humana. Esta lengua de intercambios de nuestras dos consciencias nos permite posicionarnos, no desde nuestro punto de vista sino, del punto de vista del animal. Este intercambio se intensifica según el grado de nuestra empatía y de nuestra compasión.

Es por ello que cuando comunicamos con un animal, vamos a intentar eliminar todo cuanto podamos los filtros personales y todo aquello relacionado con nuestra proyección humana. Para ello y en primera instancia hay que poner de un lado la observación y, para aquellos que trabajen con animales (comportamentalistas, osteópatas o veterinarios), lo que han aprendido sobre ellos.
Una vez hecho esto, hay que aprender conscientemente a conocer esa lengua de comunicación. Intentamos comprender el modo en el que nuestro espíritu funciona durante la comunicación y, del mismo modo, hacemos un trabajo constante sobre nosotros mismos con el fin de detectar y eliminar esos filtros personales.

Lo que diferencia la comunicación animal del trabajo realizado por etólogos o comportamentalistas reside principalmente en el hecho de que aquélla no funciona a partir de la observación física, la cual aquí está completamente eliminada. Intentamos acercarnos todo cuanto nos sea posible a una percepción “pura” para ver a través de los ojos y los sentidos del animal. Todo nuestro ser estará en modo de percepción (con bondad y sin juicios) para aprehender en nuestro interior lo que el animal ve, lo que siente física o emocionalmente.
Excluyendo la observación física, puedo llegar a la misma conclusión que un etólogo o un comportamentalista, pero también puedo añadir elementos a su observación. Creo sinceramente que todos estos métodos pueden beneficiarse mutuamente.

Para que esta comunicación sea lo más pura posible, la dificultad reside en el hecho de que debemos pasar por un trabajo previo de auto-observación. Esto quiere decir que antes de comenzar a comunicar, debemos comprender en primer lugar lo que sucede en nuestro interior, para mejor discernir lo “real” de la “ilusión” y evitar así las proyecciones.
Es por ello que el aprendizaje de la comunicación animal es un trabajo riguroso. Es importante tener disciplina y la capacidad de profundizar, de buscar cada vez más lejos el perfeccionamiento.
Esto es muy importante por respeto a los animales, por los seres magníficos que son. Cuando comunico, “presto mi voz” a los animales. La búsqueda de esta “verdad” es, pues, de la más alta importancia.
Finalmente, la compasión y la comprensión hacia cada ser “sintiente” son la esencia y el corazón mismo de la comunicación animal. Es esto, pues, en lo que hay que esforzarse en cultivar:

“La compasión hacia todos los seres (daya) es necesaria para la realización divina, ya que Dios mismo desborda de esta cualidad. Aquellos que tienen un corazón repleto de ternura pueden ponerse en el lugar de los otros, sentir su sufrimiento e intentar aliviarlo…”
Paramahansa Yogananda