Un encuentro con Laila del Monte,

Nikitauna mujer explora el ámbito, todavía sin cultivar, de la comunicación entre el hombre y el animal.

La afluencia a los seminarios que ofrece desde hace algunos años muestra el interés creciente por esta nueva disciplina. A través de su trabajo, abre pistas desconocidas y empuja los límites de nuestros conocimientos y nuestros prejuicios. Nos permite además reflexionar sobre nosotros mismos, llevándonos a reconsiderar nuestra visión antropocentrista del mundo, así como nuestra responsabilidad como seres humanos ante otros seres vivos.

¿Recuerdas la primera vez en la que te comunicaste con un animal?

No puedo precisar exactamente la primera vez, pero recuerdo que, siendo pequeña, en España, en la Isla de Formentera donde vivía, “sentía el pensamiento” de los animales. Sabía en qué estado físico y emocional estaban. Me comunicaba permanentemente “de espíritu a espíritu” con los burros, con las cabras, con los caballos… Tenía frases enteras en la cabeza. A las cabras, por ejemplo, que en nuestra casa tenían las patas atadas de dos en dos, les costaba caminar. Sentía su dolor y les daba “trucos” para que sufrieran menos. Tenía la sensación, no de sufrir con ellas, sino de ser como ellas. Es algo diferente de la compasión. Incluso le decía a un burro de mi tío lo que tenía que hacer para que no le pegaran. Para mí era algo normal, no sabía que los demás no funcionaban así. Al crecer me di cuenta de que vivía algo diferente y empecé a guardar el secreto.

¿Cómo llegaste a sanar a los animales?

El pasaje se hizo al inicio de varias “experiencias” que transformaron totalmente mi vida. Era bailarina de flamenco, y consagraba a ello todo mi tiempo y mi energía. Esas experiencias espirituales me desviaron del baile y me llevaron al trabajo que realizo hoy día. La primera experiencia ocurrió cuando tenía diez años. Un día casi me ahogo y vi la luz por primera vez. La segunda se produjo justo después del nacimiento de mis hijos. Estaba moribunda y mi a mi ex marido, que hablaba hebreo, le habían llamado para ir a traducir la conferencia de un gran cabalista en Shammans. Mi marido dijo que no podía ir porque su mujer estaba muy enferma. Yo estaba muriéndome, pesaba a penas cuarenta kilos, no podía levantarme, estaba cubierta de mantas en pleno mes de julio y me estaba dejando ir dulcemente. En mitad de la noche, empecé a tener mucho calor y vi las luces, vi a las presencias que hoy día conozco. Al día siguiente pude levantarme y caminar, era el inicio de las curaciones. El cabalista me dijo: “Me ha ocurrido esto por ti, ¡es la primera vez y nunca me volverá a ocurrir!”. Murió cinco años más tarde.

Después, en los Estados Unidos, conocí a muchos maestros espirituales, y en particular a los “médicos del cielo” en Méjico. En aquella época tenía problemas en la rodilla que me impedían andar. Enseñaba el baile sentada en una silla. Me habían dicho que nunca más podría andar. Me giré hacia “arriba” y tuve un momento de abandono completo al decir: “Si quieres que baile, bailaré. Si no quieres que baile, lo dejaré”. Tres días después me hablaron de los “médicos del cielo”. Son espíritus de verdaderos médicos que entran en el cuerpo de alguien y hacen operaciones. Me operaron con verdadero escalpelo, sin anestesia. Tras la operación me levanté, doblé las piernas, me puse mis zapatillas de baile y, un mes después, bailaba en los principales escenarios: el Hollywood Bowl, el Jordan Hall o el Boston Thatre.

¿Quiénes son los “médicos del cielo»?

Por lo que sé, solo hay tres personas en el mundo que puedan acoger estos médicos en su cuerpo y han sido escogidas y formadas desde su infancia. Por mi parte, tengo una relación de espíritu con los “médicos del cielo” que me guían desde hace diecisiete años. Gracias a ellos, cambié toda mi manera de ver la vida, el mundo, la muerte, el amor, la curación… todo cambió. Tras varios años, me enviaron también una ayuda de “arriba” para curar a los animales. Tuve otro tipo de experiencias, pero prefiero no hablar demasiado de ellas ya que son experiencias místicas, formas de “preparación” de mí misma, que se producen desde hace años. Todo lo que puedo decir es que se trata de un amor increíble. Comenzó por mi encuentro con el lobo del que hablo en mi libro.

¿Qué te ha motivado a ponerte al servicio de los animales y de las personas?

Ni siquiera puedo hablar de motivación, es algo que simplemente tengo que hacer. Todo lo que tengo que hacer es mantener la integridad, la humildad, la pureza y la delicadeza. Si me ocupo de un animal, tengo que ir hasta el final. Siento su sufrimiento, pero intento no asumirlo yo. Lloro mucho. Es imposible hacer lo que hago sin llorar, pero al mismo tiempo, cuando sé que puedo curar y mejorar la calidad de vida, ya no sufro. Para mí es un honor y una enorme felicidad poder hacerlo.

Hay dos aspectos bien diferenciados en la práctica que realizo: por un lado está la comunicación animal, y por otro la terapia a los animales o a las personas. La comunicación animal es una proyección de espíritu a espíritu. Proyecto mi espíritu hacia el del animal y hablo con él. Es un verdadero encuentro. No es una videncia. La videncia es una cualidad que tienen algunas personas para captar las cosas que ocurren, en el pasado o en el futuro, mientras que la comunicación animal es un diálogo entre dos espíritus. Puedo captar al animal, sentirlo, y puedo transmitirle cosas.

La terapia es algo totalmente diferente. Me han dado el don de realizar la terapia para curar. Si trabajo con un veterinario, puedo saber dónde está el sufrimiento del animal y guiar al primero, pero eso no substituye al diagnóstico. Siempre pido que haya radiografías, resonancias, muestras de sangre, etc…

La terapia que realizo es algo que me ha sido dado por los “médicos del cielo”. Algunas personas, tras leer mi libro o después de hacer un seminario, hacen una amalgama y han decidido que pueden curar, mientras que no tienen ni la capacidad, ni el “don”, ni el derecho de hacerlo. Hay quien hace su propio diagnóstico y a veces se producen resultados dramáticos, llevando incluso a la muerte del animal. ¡Comunicarse con un animal no significa que podamos curarlo!

¿También tratas a las personas?

Recibo muy pocas personas por el momento, caso a caso. En algunos casos me es dado, como en el caso de una amazona que había tenido una caída del caballo, que tenía dislocada totalmente la zona renal. Había sido desahuciada por los médicos y pudo ser curada completamente. Estos milagros están ligados a una intervención divina. Esta puede pasar a través de mí, mediante mi mano, o sin tocar, o incluso a distancia. Siempre se trata de algo muy grave, que se resuelve rápidamente. En los otros casos son los “médicos del cielo” los que trabajan, de manera regular, en un largo período de tiempo, a través de mí. Me comunico con ellos en espíritu.

¿Cómo te comunicas concretamente con un animal?

Proyecto mi espíritu hacia el del animal y capto su estado de alma, lo que ocurre en su vida, la relación que tiene con su entorno, consigo mismo, con su guardián… Me conecto con él utilizando su lenguaje. Como los lobos, que van a cazar de manera separada pero permanecen conectados en espíritu a la jauría. Recibo informaciones bajo forma de percepciones: imágenes, pensamientos, frases, sensaciones físicas o emocionales, a veces olores… Pueden aparecer bajo todas esas formas. Entro en el “lenguaje puro”, que es el lenguaje propio de los animales, y que se expresa a través de los cinco sentidos, además de la emoción. Todo ser vivo posee ese lenguaje. El ser humano lo perdió en el camino, pero las tradiciones antiguas lo poseían, de igual modo que las que hoy día todavía viven en un entorno cercano a la naturaleza. En Occidente este lenguaje ha desaparecido totalmente, hay que aprender a reconectarse con él.

Durante mis seminarios, doy claves para reabrir la intuición original y reencontrar nuestra capacidad de comunicar. Por medio de una técnica de focalización concreta, llevo a las personas a entrar en una categoría de onda cerebral. Eso conduce a un profundo estado de meditación que permite evacuar el parasitismo del mental y de este modo comunicarse con el animal. Es imposible estar en la meditación y en el mental al mismo tiempo. La técnica y el enfoque propuestos permiten acceder al puro resentir, al puro lenguaje de los animales y no a la fantasía. El mayor riesgo en este trabajo es el hacer proyecciones, interpretaciones, deducciones, suposiciones, hacer decir algo al animal que no puede decir. El objetivo de la comunicación con el animal no es descifrar grandes mensajes del universo, sino comprender de manera precisa al animal en sus emociones, en sus necesidades, y en un gran respeto de lo que es.

La comunicación con un animal salvaje no es la misma que la que se realiza con un animal doméstico, que ya está impregnado por el hombre y se ha adaptado a él. Si nos comunicamos con un animal salvaje del mismo modo que lo hacemos con animales domésticos, puede tener consecuencias imprevistas y a veces reacciones peligrosas por parte del animal. La conexión se afina a través la comunicación con relación a la especificad de cada especie, de cada raza, de cada individuo.

¿Por qué tanta gente se interesa en la comunicación animal hoy día?

Hay diferentes motivos, pero en el fondo es porque los animales son a veces la única fuente de verdadero amor que las personas pueden experimentar. Como ese amor está cerca, quieren comunicarse con él y sentirlo de manera más profunda. Las personas que vienen a hacer seminarios generalmente vienen para saber más sobre su animal, para saber si está bien. Hay jinetes que quieren profundizar en su relación con el caballo, veterinarios, osteópatas, especialistas en comportamiento, cuidadores de parques zoológicos que quieren profundizar en el conocimiento de los animales que cuidan. A veces, hay personas que vienen porque quieren entrar en relación con un animal fallecido. La razón principal que lleva a la comunicación animal es la voluntad de comprender al animal en otra dimensión, de comprender que no es solo un animal, sino un ser vivo que tiene una amplia paleta de emociones, de pensamientos, de comportamientos, y que además, puede dar pruebas de compasión.

¿Cuáles son los riesgos de la comunicación animal?

Hay personas que se afirman comunicadores tras una formación de un fin de semana. Hay personas que me piden diplomas, pero por el momento nunca he dado ningún certificado. Hoy día, muchos seminarios nos permiten convertirnos en especialistas de una u otra cosa en poco tiempo, mientras que las enseñanzas han requerido miles de años en madurar y desarrollarse.

El otro riesgo está en relación con el diagnóstico. A veces he escuchado a una persona decir: “Tu perro quiere morir… tu gato quiere suicidarse… es un alma vieja…”, queriendo decir “podemos dejarla irse” Un animal no tiene ninguna noción sobre el suicidio, ni siquiera sobre el significado de la palabra “suicidio”, es una noción únicamente humana. A veces también ocurre en las personas: si alguien dice que quiere morir cuando está enfermo y no come, no implica necesariamente que ya no quiera vivir. Hay que prestar mucha atención a lo que se dice, especialmente en este ámbito. Podemos provocar angustias emocionales muy profundas. La vida es sagrada. En la comunicación animal hay diferentes capas de lecturas. A veces, las personas sin una experiencia suficiente solo perciben la primera capa del mensaje, aquella en la que el animal expresa su malestar temporal y no su resentir profundo. Todo ser vivo quiere vivir.

¿Cuál es tu postura ante la eutanasia?

Una de las cosas que encuentro más difícil es tener que enfrentarme continuamente a la eutanasia. Paso horas explicando por qué no hay una eutanasia sistemática, horas que deberían ser consagradas a las terapias. Si nos acercamos a un caballo enfermo pensando continuamente en la eutanasia, va a percibir nuestros pensamientos, esto le va a deprimir y tendrá un comportamiento que será reflejo de la realidad de su estado. En cuanto algo va mal, haya una fractura, un tumor o algún otro problema, en seguida se habla de eutanasia. Y a menudo las personas entorno al animal quieren practicarle la eutanasia debido al miedo a su propio sufrimiento. Pero eso no es necesariamente lo que quiere el animal. Practicar de manera sistemática la eutanasia es una falta de respeto hacia él. ¡Sin hablar de las personas que eligen practicar la eutanasia de su animal para poder irse de vacaciones!

Tampoco es siempre necesaria la eutanasia para los animales que están al final de sus vidas, ya que saben irse por sí mismos cuando llega su hora. Los casos en los que se debe considerar la eutanasia son los casos de enfermedades dolorosas, tal como los edemas pulmonares con dificultad respiratoria. Es esos casos, los síntomas están claros. El guardián del animal es a menudo el que mejor puede saber lo que es justo, ya que es él el que tiene una relación estrecha con el animal. Pero nunca es un momento fácil; existe mucha culpabilidad. Esta reflexión sobre la eutanasia de los animales no carece de importancia. Por mi parte, cuando mi madre está cansada o enferma, no pienso en darle la eutanasia…

Entras en relación con animales que han fallecido. ¿Qué os dicen los animales de la muerte?

Solo entro en relación con animales fallecidos si hay algo que no está resuelto en relación con la persona, como una muerte violenta o una gran culpabilidad. Si no, creo que hay que dejarles tranquilos. En estos casos, si hay una persona que sufre, recibo mensajes que la ayudan a volver a encontrar la paz y a aceptar la muerte del animal. Estos mensajes, de los que, por otro lado, no tengo manera de conocer el contenido, permiten al guardián comprender que no existe verdaderamente una muerte, que la vida continua, que el espíritu continúa. Pero nadie puede afirmar lo que ocurre tras la muerte, salvo las personas que hayan vivido experiencias cercanas a la muerte (ECMs). Para los animales, el pasaje hacia la muerte se hace de manera mucho más sencilla que para nosotros, y a menudo más rápido. Cuando se van, se van por sí mismos, sin miedo, aunque, por supuesto, un animal siempre vaya a intentar sobrevivir hasta el último minuto.

¿Quiénes son los animales? ¿Qué nos enseñan?

Existe una diferencia entre los animales domésticos y los salvajes. Por lo que respecta a los animales domésticos, están ahí solo por estar ahí. No hay cuarenta razones. Una de las frases más destacables de los “médicos del cielo” es: “Son seres de luz que van y vienen, eso es todo”. Los animales están ahí para acompañar, para dar alegría, felicidad, amor. Además, ocurre que los animales absorben “inconscientemente” muchas cosas de las personas que les rodean, tanto sobre el plano físico como sobre el emocional. Es algo que compruebo en todos los casos que he podido ver. No es una verdad absoluta. La observación de los animales salvajes nos lleva a comprender cómo vivir realmente, de manera real. Tienen mucho que enseñarnos sobre los caminos posibles para vivir de forma coherente.

¿Qué sentido das hoy a tu trabajo?

Es un inmenso honor ayudar y poder ser guiada. Me encanta enseñar. Lo que vivimos en los seminarios va mucho más allá de la comunicación animal. Muchas personas nos dicen que ha transformado sus vidas. Cuando realizo una comunicación con un animal, va a revelar algo en la vida de la persona y va a conllevar muchas emociones. En ese momento Conrad White Tagle toma el relevo para acompañar a la persona. Conrad y yo somos complementarios en nuestro trabajo y somos muy felices haciendo lo que hacemos. Nos encanta, pero no dejamos de cuestionarnos..

Lo que he aprendido con los “médicos del cielo” es la integridad y la humildad. Somos los que les recibimos, y eso implica un reposicionamiento permanente para saber si estamos en el justo camino. La línea es delgada. También he aprendido de ellos que la vida está hecha para ser feliz. Me ha llevado mucho tiempo comprenderlo. Los momentos más fuertes de alegría que experimento son los de mis éxtasis, pero he aprendido a encontrar la alegría en todas las experiencias de la vida. Si puedo llevar a las personas a tener ese gusto en la punta de la lengua, me siento feliz.

La única cosa verdadera es ese amor infinito que siento. Lo único que puede permitir cambiar nuestra visión es unirnos a ese amor. Solo pretendo prestar mi voz para transmitirlo…